lunes, 13 de octubre de 2014



Guarnición y seguridad de la Comandancia
El poblado de Mayarí Arriba reclamaba una guarnición para prote­gerse de cualquier ataque por sorpresa o infiltración de enemigos, aunque esto último era poco menos que improbable. La Coman­dancia posibilitó un sistema de guarnición y seguridad que permitió la creación de una especie de destacamento armado. Con esta es­pecial fundación, integrada por un pequeño grupo de soldados re­beldes, los que inicialmente no podían ser catalogados como poli­cías, seleccionados por su mayor comprensión y cierto nivel escolar, superior en relación con el nivel medio del Ejército Rebelde.
Al compañero Fito Suárez se le encomendó hacerse cargo de la organización de las postas alrededor de la Comandancia: “La pri­mera estaba en el camino de Sabanilla, funcionando las 24 horas, la segunda se ubicaba en lo que era el campamento de la guarni­ción, que luego se denominaría de la Policía Rebelde y la tercera se hacía rondando la casa donde se dormía, que tenía su entrada por el camino que va hoy a la escuela de Mícara y se rondaba además alrededor de la vaquería donde continuamente se traba­jaba hasta horas avanzadas de la madrugada. Este servicio de guardia se integró por 20 o más compañeros”.
Se proyecta crear delegaciones de policía en las columnas y compañías, pero lo que funcionaba como policía en la práctica era el cuerpo de guarnición que a veces se ocupaba del servicio interno de la Comandancia. Recuerda Fito: “que la composición de este grupo era heterogénea por las tareas que realizaba, ade­más de las guardias. Ya a finales de octubre, cuando llega a la Comandancia, había un grupito de combatientes: el cocinero San­tiago Wash, en ese tiempo llegó Israel Reyes, que cayó después en
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Bolivia junto al Che, y Enrique González, que luego fue instructor de la Escuela de Policía que tendríamos cerca de la Yaya. Tam­bién el Sargento Guillermo Rivas, de suministro, que fue nombra­do por el propio Raúl, otro muchacho de apellido Chaveco, que era chofer y auxiliaba a Rivas en el abastecimiento, conocedor de aquella zona, pues era del mismo pueblecito de Mayarí”.
A mediados de octubre se incorpora a la Comandancia Alfredo Reyes Trejo, con 5 hombres del Servicio de Inteligencia Rebelde, quien provenía de la zona del Capitán Filiberto Olivera.
Reyes Trejo de inmediato empezó a incorporar a un grupo de aproximadamente veinte hombres, venidos de San Luis, a hacer trincheras para protegerse de los ataques aéreos. Por orden de Raúl, también estos se irían incorporando a la célula original de la Policía Rebelde.
La aviación bombardeaba todos los días a Mayarí, cuando no era en la mañana lo hacían en la tarde, amanecía con una neblina espesísima hasta las 8 o 9 de la mañana en los meses de octubre, noviembre y a principios de diciembre.
La Policía Rebelde se comenzó a constituir en estas condicio­nes. Es importante señalar el hecho de que esta guarnición se con­virtió en una especie de célula-madre, cuyos miembros serían los primeros en portar el monograma de la Policía Rebelde, fabricado caseramente en Mayarí Arriba.1 De esta célula se irían despren­diendo de continuo los compañeros que asumieron la función policial en los diversos poblados liberados. Por su adiestramiento, preparación y confianza, este destacamento armado rebelde fue una fuente constante de la que se nutrió la Policía Rebelde. Pudie­ra decirse que más que funcionar como policía, su papel fue el de ser la célula-madre, y su misión de cuerpo de guardia de la Co­mandancia Central le impedirá en la práctica convertirse en un cuerpo policial.
1 Creamos un monograma o distintivo que consistió en un pedazo de tela en forma de escudo con los colores del M-26-7 rojo y negro y las letras en blanco con una PR o sea Policía Rebelde. Doila, esposa en aquel entonces de Vazquecito, junto a un grupo de mujeres del poblado, hicieron los distintivos. Los que usábamos nosotros tenían una CC, o sea, Comandancia Central. Lo poníamos encima del brazalete. En realidad esto no le decía nada a nadie dentro del territorio que tradicionalmente ocupábamos, pues allí solo éramos los rebeldes; luego sí fue necesaria una identificación en los territorios que se iban liberando.
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No obstante debemos subrayar que a fin de cuentas esa guar­nición quedaría bajo el mando de la Policía Rebelde y se encargó incluso, después del triunfo de la Revolución Cubana, de la pro­tección y seguridad de la Comandancia Central, para lo cual se convertiría en un celoso vigilante de las preciadas vidas de sus integrantes y de todos los bienes que esta contenía, incluidos los documentos.
Es justo reconocer que si los miembros de la Comandancia apenas dormían, sumidos en el intenso trabajo de la conducción de la guerra y de la dirección de la revolución, aquellos compañe­ros de la Policía Rebelde encargados de la custodia, propiciaban esta fecunda vigilia con su anónima labor. También este destaca­mento de guarnición se encargó del cuidado de presos rebeldes y del enemigo, además de realizar las tareas de servicio interno y de seguridad apuntadas.
Como a 5 o 7 kilómetros del poblado, en Tumba Siete, existía una casa inmensa con un amplio granero que había servido al inicio de campamento al Comandante Casilla y que era utilizado para alojar a los prisioneros militares hechos al ejército de la tira­nía. En la Comandancia no había cárcel, pero llegó a darse la ocasión de tener que improvisar una especie de casita de guano a la orilla de un río como en el caso del piloto Mario Díaz Saumel, ajusticiado el 3 de diciembre luego de probársele fehacientemente su culpabilidad por un tribunal revolucionario. Este hombre, due­ño y piloto de una avioneta, fue capturado por una acción coman­do en una pequeña pista entre el central Palma y el cuartel, y se le obligó a aterrizar en Mayarí Arriba. La avioneta la dedicaba a taxi aéreo, pero al ser cortadas las carreteras por los rebeldes se dedicó a transportar a oficiales y soldados de la tiranía y al conocido asesino Campos Pontigo, jefe del escuadrón 14 de la Guardia Rural de Palma Soriano, al traslado de la correspondencia y el dinero del pago a las fuerzas de la tiranía destacadas en Palma. Estaba vinculado al sanguinario Coronel Alberto del Río Chaviano en gran­des negocios. Los días anteriores a que concluyera este caso fue­ron de no dormir y de intensa agitación para la guarnición, según recuerda aún hoy Fito Suárez.
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Organización de la Policía Rebelde
Una fría mañana del mes de noviembre de 1958, fui llamado por los entonces capitanes Augusto Martínez Sánchez y Manuel Piñeiro Lozada, Barba Roja (fallecido), para plantearme la misión de or­ganizar lo que sería la Policía Rebelde del Segundo Frente Oriental Frank País. Por aquel entonces la Comandancia radicaba en Mayarí Arriba (en el lugar donde hoy está el museo).
El compañero Reyes Carbonell ya había dado algunos pasos iniciales. Mi primera tarea fue organizar la seguridad de la Co­mandancia Central con los compañeros de la Policía Rebelde.
Estaba realizando en Soledad, por órdenes del Comandante Raúl, otro trabajo que consistía en recoger una cantidad de vehí­culos volcados, algunos en lugares verdaderamente difíciles de sacar, ponerlos en funcionamiento y los que no se pudiesen arre­glar, desarmarlos y hacer un almacén de piezas de repuesto en un local donde se guardaba café que ya existía en ese lugar.1 Al pre­sentarme a la nueva misión, ya estaba organizado el destacamen­to de guarnición antes referido, el que quedó bajo mi mando a partir de ese momento.
El Capitán Manuel Piñeiro me instruyó sobre cómo iba a fun­cionar y cómo debía formarse la Policía Rebelde, e incluso me sugirieron algunos compañeros que podía utilizar en esta función,
1 Al mirar a la distancia, pienso que fue el primer intento de la creación de la especialidad de tanque y transporte del Frente, se logró poner de alta varios vehículos, los llamados zapa de tres diferenciales y camionetas Power Vagón, que por órdenes de Raúl se le entregó a Efigenio. Se creó un parque de piezas de repuesto.
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entre los que estaba Alfredo Reyes Trejo, quien fungiría como se­gundo al mando de la Policía. Luego no solo él, sino los hermanos Trejo que también realizaron un meritorio trabajo en la organiza­ción de la Policía Rebelde. Comenzaron aquí realmente a darse los primeros pasos para la organización de un cuerpo policial.
A partir de este momento existe comunicación y contacto per­manente entre el mando de la policía y estos dos miembros de la Comandancia, Piñeiro y Augusto, lo que de hecho se convierte en el puente directo a través del cual se canalizan las órdenes de la autoridad máxima rebelde a dicho mando policial. En el trabajo futuro se irán perfilando aún más las condiciones en cuanto al funcionamiento y alcance de la policía.
Siguiendo las indicaciones de estos jefes superiores, la policía empezó a ser nutrida con reclutas guerrilleros procedentes de la escuela de Calabazas de Sagua, dirigida por Raúl Barreda, com­pañero de Guantánamo que siendo agente del Servicio de Inteli­gencia Militar (SIM) enemigo, se había incorporado al Movimien­to 26 de Julio, prestando valiosos servicios, además, yo incorporé a un grupo de soldados que estaban bajo mi mando en Soledad.
Recibí indicaciones de algunos de los requisitos que debían cumplir los hombres que seleccionaríamos y estos eran los siguien­tes: tener un mínimo de preparación política, ser firmes en sus convicciones, una actitud definida ante la revolución, tener en cuenta que no solo se realizaría un trabajo con el orden público y las actividades enemigas, sino que tendrían que hacer un trabajo político con los ciudadanos y mantener el trato correcto del Ejérci­to Rebelde con el pueblo.
La principal misión policial siguió siendo la protección de la Comandancia, a esta casi se reduciría lo hecho por la policía en lo que era el territorio tradicional del Frente.
En realidad, de acuerdo con las exigencias propias del momen­to, existía una especie de puesto policial en uno de los puntos de la guarnición, pero no había una jefatura de la policía organizada y estructurada. Nunca llegó a existir un escalón de mando policial. En su aspecto material contábamos en la Comandancia Central con un pequeño local de trabajo, generalmente estábamos muy poco tiempo allí, y las orientaciones las recibíamos a través de los compañeros mencionados (Piñeiro y Augusto). No se puede pen­sar cuando hablamos de jefatura de Policía en una cosa organiza­da. En realidad ejercíamos como jefe de la policía yo y como se-54

gundo Alfredo Reyes Trejo. Por lo regular andábamos juntos, en la práctica el puesto de mando nuestro estaba arriba de un jeep y continuamente nos estábamos moviendo, organizando, controlan­do, nombrando policías en los poblados que se habían liberado y otras funciones.
La dirección de la Policía se convirtió en un mando móvil, por la urgente necesidad de organizar estos poblados, montada en un jeep para trasladarnos de un lugar a otro según el rápido despla­zamiento de las tropas rebeldes. Este mando móvil no fue el resul­tado de un estilo de trabajo, sino de las necesidades impuestas por las circunstancias de la guerra.
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La Ofensiva Rebelde General
y perfeccionamiento de la Policía
Rebelde
Fue un período decisivo de la lucha armada, los acontecimientos se produjeron a una velocidad vertiginosa, estábamos en el co­mienzo de la gran ofensiva rebelde cuando era imprescindible arre­batarle al enemigo el máximo de terreno y el combate fue pasan­do, de la toma de cuarteles y puestos militares ubicados en poblados medianos, a la lucha por las ciudades.
Fue un momento de gran movilidad de las fuerzas rebeldes que iban abandonando sus territorios tradicionales y avanzaban so­bre las posiciones del enemigo en el llano. A consecuencia de esta Ofensiva General se liberaron enormes territorios y poblados en las cercanías de las diferentes comandancias de las columnas.
El Ejército Rebelde estaba en medio de un frente de combate amplio al desatarse la ofensiva de todas las columnas por la Opera­ción Gancho, pero iría quedando, entre la dirección central del Frente y las líneas de combate, una zona formada por los poblados y ciu­dades liberadas, territorio ocupado por medio millón de habitantes, había que controlar mediante el funcionamiento de un cuerpo que fuera la garantía de la firmeza de estos triunfos, situación que plan­teó la necesidad de fortalecer las estructuras. Se hacía necesario, no solo cubrir esta retaguardia, sino dejar un orden constituido en es­tos nuevos territorios para impedir cualquier acto que pudiera po­ner en peligro este proceso, fue por eso que se tomaron adecuadas medidas organizativas, sobre todo, al sopesar la contingencia de la prolongación de la guerra y pensando en las situaciones que pudie­ran sobrevenir de cualquier cambio súbito en ella.
Además, la extensión territorial de la contienda creaba otro problema, los lugares de combate o en ocasiones las líneas de
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fuego del Frente se habían alejado tanto del centro de dirección de las tropas rebeldes que se hacía casi imprescindible dejar consoli­dada la retaguardia, o sea, todo el territorio que se iba ocupando y también era necesario crear enlaces entre esos dos puntos tan distantes. El que se pudiera garantizar el control del territorio libe­rado determinaba en gran medida la obtención de tales objetivos y en esto intervendría con un peso considerable la Policía Rebel­de, la que se encargó de mantener el orden, administrar justicia y contribuir a la reorganización de la vida social, entre otras de sus múltiples tareas.
Insisto en que lo primero era derrotar al enemigo, lo que no nos permitió que el mando policial se entregara de lleno a la tarea de organización de la Policía. De las tareas militares emanadas de la Comandancia Central se destaca la operación contra Songo y La Maya, plazas donde no se dejó organizada la policía porque la misión del mando policial era en ese momento otra, debido a las necesidades de esa coyuntura concreta.
En La Maya, acompañé a Augusto Martínez y Raúl Camacho, el Abuelo, jefe de intendencia del Segundo Frente e hicimos un requisamiento de víveres y otros, fundamentalmente en almace­nes de connotados batistianos del poblado, y dejamos constancia de lo que se requisó, mientras que en Songo, a pesar de haberse tomado esta plaza, considerada por la dictadura como inexpug­nable, no se pudo tampoco dar pasos organizativos respecto a la Policía Rebelde.
Ubicándonos en aquel contexto, podremos comprender mejor por qué aquel momento exigía participar en el combate por enci­ma de cualquier otra tarea, así como determinadas circunstan­cias en ocasiones, impedían a los jefes de la policía dedicarse a otra cosa que no fuera redundar en la solución de las necesidades bélicas del Segundo Frente, a veces simplemente había que hacer lo que dicta la lógica: la guerra.
Más tarde, sin haberse liberado todavía las principales plazas de la provincia, se volvería sobre estos dos grandes poblados para dejar constituida en ellos la Policía Rebelde. También se irían su­mando otros lugares de menor importancia como Jamaica y Caimanera en una dirección, y Dos Caminos, Borjita, Santa Ana de Auza y Baltoni, en otra. La dirección norte del mando de la policía tendría que dividirse por imperativos de la extensión del Frente. También se organizaría la policía en Cueto.
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En otros lugares, los jefes de las unidades rebeldes que realiza­ban su liberación, constituyeron en estos una especie de puestos de guarnición, que no pertenecía a la policía en toda su propie­dad, pero que después fungirían como puestos policiales. A veces esta no fue más que una situación provisional, dictada por la marcha agitada de los hechos y que fue modificada tan pronto como el mando de la Policía llegó a estos lugares para realizar su labor organizativa.
Por lo regular en estos momentos iniciales de la ofensiva rebel­de, el mando móvil de la Policía visitó las plazas que se estaban liberando, aún en medio del fragor del combate o recién termina­do este.
Enfrentadas al estado de confusión, propio de esos sitios re­cién liberados, los jefes de la policía del Frente asistieron a la cons­titución de esos pequeños destacamentos rebeldes que se dejaron para garantizar la defensa con una mezcla de entusiasmo y furor característicos. El mando policial, después del acto de constitu­ción, marchó al lado de las tropas que avanzaban aceleradamen­te. Sobradas razones existían para este apresuramiento.
Casi a mediados de noviembre se recibieron órdenes precisas de la Comandancia General en la Sierra Maestra donde en esen­cia se señalaba que: las columnas del Segundo Frente debían se­guir su avance, sitiando y rindiendo a todos los cuarteles posibles en la zona comprendida entre Cueto, Mayarí, San Luis y Guantánamo, mientras que las columnas que rodeaban a Santia­go de Cuba debían continuar vigilando e impidiendo el menor movimiento de tropas enemigas.
El 23 de noviembre, coordinadas las tropas del Segundo y Ter­cer Frente Orientales, se iniciaba una cadena de combates que han sido denominados la “batalla de Oriente”, que traerían como resultado la liberación de las plazas más importantes por parte de los rebeldes. El camino del debilitamiento y posterior derrumbe del régimen estaba abierto.
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Desde Baracoa hasta Cueto
En el desarrollo de esta ofensiva final, vorágine revolucionaria marcada por la toma de la iniciativa militar rebelde y la corres­pondiente desmoralización del enemigo que rindió muchas de sus posiciones, incapaz de contener aquel empuje revolucionario. Fui­mos tomando poblados y ciudades y armamos gente por el cami­no. En medio de esta situación fue que la policía se convirtió en una necesidad militar y política de primer rango, por esta razón, el Jefe del Segundo Frente da instrucciones al mando de la Policía para ir “desde Baracoa hasta Cueto” y autoriza para reclutar en las columnas a los hombres necesarios con el fin expreso de orga­nizar el cuerpo policial en todo el territorio liberado.
Se inicia el período de trabajo más intenso para el mando móvil de la Policía Rebelde, como podrá calcularse con facilidad, la fun­dación y existencia de esta se circunscribirá cronológicamente a los últimos días de noviembre y sobre todo a diciembre, por lo que todas estas medidas organizativas fueron fugaces. En especial re­cuerdo que medité sobre la nueva tarea que se me había enco­mendado, por lo cual debía de emitir algunas medidas que normasen las actividades iniciales pues se avizoraba la toma de la iniciativa rebelde para una posible ofensiva, algunas de estas in­dicaciones fueron:
Primero: Queda terminantemente prohibido ausentarse de las delegaciones de la policía rebelde sin la previa autorización del responsable del mismo.
Segundo: Igualmente para el buen funcionamiento de estas delegaciones queda prohibido así mismo las conversaciones no constructivas así como discusiones polémicas […].
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Sexto: Este departamento deberá mantenerse limpio, ordena­do, gala de la característica de este Segundo Frente Frank País. Séptimo: Todo miembro de este cuerpo debe cuidar celosamente su apariencia personal […].
Noveno: El responsable de este campamento deberá convocar una reunión cada dos días con el personal bajo sus órdenes para el intercambio de ideas y críticas constructivas y todo lo relacionado con nuestro cuerpo y las cuestiones fundamenta­les que dieron origen al Proceso Revolucionario.
Hubo que recorrer enormes territorios separados por largas distancias, para cumplir la misión que el Comandante Raúl Cas­tro había encomendado. Teníamos que dar rodeos, pues muchos lugares estaban aún en manos del enemigo; atravesábamos po­blados en las noches o madrugadas, muchas veces desiertos, es­cuchando a lo lejos el ruido del combate que se desarrollaba, sin tener claro en manos de quién estaba el lugar.
Es así como empezaron a darse los primeros pasos para la or­ganización de la policía en los territorios recién liberados, se for­maron pequeños destacamentos armados que tuvieron funciones especiales, por tanto diferenciadas, para el mantenimiento del or­den público, del resto de los soldados rebeldes, cuya misión esen­cial era la combativa. Se distinguían no solo porque portaban monogramas que los identificaban como policías, sino también porque tenían cabal conciencia de su pertenencia a un cuerpo especial y porque actuaban de acuerdo con ello. Ya en este tiempo fue función de la jefatura máxima de la Policía la constitución de estos grupos armados que situaba en los poblados, así como su instrucción en relación con su actuación y el chequeo de sus de­beres, incluso se observaba una tendencia en dicha jefatura a es­pecializarse en sus funciones, aunque nunca abandonaron su par­ticipación en los combates. La combinación de ambas funciones y en ocasiones su realización simultánea, le fueron inherentes a las condiciones de guerrilleros, los que compensaban su insufi­ciencia numérica con la versatilidad de sus actos.
Nutriéndose de los soldados que provenían de las escuelas para reclutas rebeldes existentes en Calabazas de Sagua y en Mayarí Arriba, de los efectivos de la guarnición de la Comandancia Cen­tral, que enviaba Fito Suárez. Se fueron estableciendo puestos policiales en Alto Songo (liberado el 27 de noviembre), La Maya
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(liberada el 7 de diciembre), San Luis (liberado el 9 de diciembre); en Dos Caminos, Santa Ana de Auza y Baltoni; en el sector sudoccidental, en la dirección norte de Cueto (26 de diciembre), en Mayarí (30 de diciembre) y en una tercera dirección, en Jamai­ca de Yateras, justamente en el momento que se organizaba el asedio de Guantánamo por parte de las tropas de Villa y Efigenio, entre otros lugares de este sector se organizaría también en Caimanera (liberada el 19 de diciembre).
En algunos casos las milicias clandestinas que operaban en los poblados y plazas mayores o que se habían sumado al combate por su liberación, eran utilizadas para apoyar la actividad policial o se integraban a ella aunque en menor escala. Los jefes de los puestos policiales eran compañeros de más confianza, por lo general de los que se habían formado en contacto directo con la Comandancia Central, en el grupo de guarnición responsable de su seguridad y traslado. Estos puestos de policías de los enclaves liberados debían estar mejor preparados para enfrentar una misión más compleja que la que se realizó en el territorio tradicional del Frente. Ahora no se trataba de resolver problemas civiles en un marco controlado del todo por las fuerzas revolucionarias, ni tan solo se trataba de esta­blecer un orden militar mediante el uso de la fuerza, había que orga­nizar la vida en esos territorios recién liberados y además se necesi­taba hacerlo aun en medio de una guerra cuyo final no podía pronosticarse con exactitud cuándo se produciría.
El cuerpo policial debía diferenciarse, de hecho era distinto por su esencia, del odiado cuerpo de la policía batistiana. El pueblo espontáneamente apreciaba esta diferencia, por esa razón se in­tensificó la educación política, ya de por sí el nivel de preparación de las tropas del Segundo Frente era considerable a causa del én­fasis en la necesidad de politización elevada del Frente, por lo que los soldados que pasaban a trabajar en la policía no podían me­nos que reflejar esta preparación, sin embargo, se procuraba que estos fuesen los que mayor desarrollo tuviesen en este sentido, a fin de que entendieran mejor su misión y acometieran las tareas con la aptitud requerida.
Con el fin de mejorar esta preparación se trabajaría luego en la creación de mecanismos que viabilizaron esta labor, como escue­las de la policía, y se atendería más de cerca a los puestos policiales.
La necesidad de acentuar el factor de la educación moral se tradujo en la práctica en una sobrecarga de este tipo de trabajo
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que debería enfrentar el mando de la Policía. Esto se puso de ma­nifiesto en una circular rebelde dirigida a las jefaturas de los pues­tos policiales que se acababan de constituir, la cual tuvo por obje­to clarificar algunas de las cuestiones antes señaladas.
Al recibir la tarea, Trejo y yo pensamos que teníamos que con­feccionar unas normas para que los compañeros las tuviesen pre­sente en esta función, por completo nueva para todos, por lo que elaboramos, con nuestra propia concepción e imbuidos del espíri­tu de lo que avizorábamos en el futuro, la circular número 1 del 5 de diciembre de 1958 que dice como se transcribe en estos fragmen­tos (ver anexo IV):
Nos ha tocado a los hombres que constituimos el Cuerpo de la Policía Rebelde la ardua y responsable tarea de ocupar y mantener el orden en los territorios liberados por el Ejército Revolucionario 26 de Julio, sobre cada uno de nosotros gravita de manera directa tal responsabilidad y debe constituir nuestra mayor preocupación el hecho de salir airoso y con éxito de esta responsabilidad que la Revolución ha puesto en cada uno de nosotros […].
La Policía Rebelde es un cuerpo no solamente creado para mantener el orden de los territorios ocupados por nosotros, sino sus funciones deberán ser más amplias y profundas, ya que como en los pueblos liberados por el Ejército Revolucionario es la representación ante el pueblo del Ejército Rebelde. La Policía Rebelde, deberá estar presta en cualquier lugar en que se encuentre, a ejercer su autoridad y respaldar con esa autoridad, la justicia a los humildes, origen y causa de nuestras luchas […].
Todo policía deberá cuidarse de no aceptar halagos ni regalos interesados que tiendan a menoscabar el ejercicio pleno de su autoridad, cosa esta corriente en los policías anteriores, habidas en nuestra República, donde un tabaco, una cajetilla de cigarros o cinco pesos disimulaban y cubrían inmoralidades.
En ese último párrafo citado se efectúa un corte nítido entre la policía anterior y la Policía Rebelde, denunciando el carácter fá­cilmente corrupto de aquella a la que el soborno material y el hala­go cegaban el cumplimiento de su deber. Era lógico que esto exis-62

tiera en un cuerpo policial puesto al servicio de la clase explotado­ra que lo sostenía solo por dinero y no sobre la base de una causa justa que le diera una sustentación moral e ideológica.
En este fragmento de la circular número 1, que ya citamos antes, se evidencia la esencia clasista, en este caso a favor de los explotados, que debía guiar la actuación del nuevo cuerpo policial:
La Policía Rebelde, deberá estar presta en cualquier lugar en que se encuentre, a ejercer su autoridad y respaldar con su autoridad la justicia de los humildes, origen y causa de nues­tras luchas.
Se subraya aquí una vez más la respuesta combativa que de­bía caracterizar al policía rebelde para ejercer a plenitud la autori­dad conferida. No se nos debe escapar el espíritu martiano con que está hecho este documento, apoyado en indicaciones de nues­tros superiores, además, lo conceptual que nuestra cultura nos in­dicaba, pues éramos parte de esa población con unos tremendos deseos de justicia, no queríamos una policía igual a la que cono­cíamos. Teníamos que invertir el orden de las cosas, queríamos y podíamos hacer algo distinto; el documento fue consecuente con los fines humanitarios y a favor de los desposeídos con el uso del fusil para destruir el régimen de opresión y crear las bases de otro distinto.
Dejando claramente establecida la identidad absoluta de fines y métodos existentes entre el Ejército Rebelde y la Policía, la circu­lar hace conciencia en cuanto al amplio alcance de la responsabi­lidad de esta cuando dice:
La Policía Rebelde es un cuerpo no solamente creado para mantener el orden en los territorios ocupados por nosotros, sino [que] sus funciones deberían ser más amplias y profundas, ya que somos en los pueblos liberados por el ejército revoluciona­rio, la representación ante el pueblo del Ejército Rebelde.
El 16 de diciembre el Comandante Raúl Castro emitió la Orden Militar número 53, que establecía el sistema de administración que se debía aplicar en los municipios liberados y definía las funciones
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que se debían cumplir por las instituciones creadas, entre ellas la Policía Rebelde. En su artículo 16, el documento expresaba:
Para el cumplimiento de las disposiciones de los comisionados, así como para el mantenimiento y atención del orden público del territorio donde presten sus funciones, las autoridades encargadas de la administración municipal contarán con las fuerzas de la Policía Rebelde que radiquen en tales territorio.
Y entre las disposiciones transitorias, indicaban:
La Policía Rebelde del Segundo Frente Oriental “Frank País” quedará subordinada en lo sucesivo única y exclusivamente al comisionado General a quien se le faculta por este medio para la reorganización de dicho cuerpo y la designación de sus miembros.
Desde este momento la Policía se subordinó a Augusto Martínez Sánchez, quien en su condición de comisionado general del Fren­te, aceleró su creación y desarrollo.
Como parte de este proceso, el 20 de diciembre Martínez Sánchez puso en vigor un decreto que aprobaba el reglamento del cuerpo, en él se definían las funciones de la policía y los principales aspec­tos de su estructura y se precisaban las atribuciones y funciones de los jefes en los distintos niveles. En los artículos 2 y 3 se estable­cía, respectivamente las funciones y las estructuras del cuerpo de la policía rebelde:
Funciones:
a)cumplir y hacer cumplir las leyes, reglamentos, órdenes y
demás disposiciones vigentes en el II Frente. b)prevenir los actos delictivos.
c)  la conducción, custodia, identificación y seguridad de los prisioneros de guerra.
d)  el control de los civiles en los teatros de operaciones bélicas y los movimientos en masa de refugiados.
e)  De la persecución de los militares prisioneros escapados.
f)   El control del orden público en los territorios liberados y ocupados por las fuerzas rebeldes.
g)  La búsqueda y conducción de las personas que se le ordenen.
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h) Realizar las investigaciones que se le encomienden, de las
que deberá dar cuenta por escrito a quien la ordenó a la mayor
brevedad posible. i) Informar a los mandos militares del II frente de cualquier hecho
que pueda comprometer la seguridad de las fuerzas rebeldes j) recolectar y poner a disposición de la comandancia central
todo cuanto sea ocupado al enemigo. k) Y las demás atribuciones que se le señalen por la superioridad.
La estructura que adoptamos y estaban normadas fueron: je­fatura, distritos, delegaciones y subdelegaciones, solo pudimos or­ganizar un distrito que fue el número 17 que comprendía la zona de San Luis.
La jefatura estaba subordinada al comisionado general del Fren­te e integrada por un jefe y los agentes necesarios. Se crearían tantos Distritos como fueran precisos, subordinados estos a las delegaciones y subdelegaciones, tanto unas como otras contarían también con un jefe y los agentes que requieran. Además, tam­bién se refería a otras cuestiones, tales como:
-Las atribuciones y funciones de los jefes en cada uno de los niveles de subordinación, con el propósito esencial de garantizar el control y funcionamiento de la policía en estas dependencias, e informar periódicamente a los mandos superiores.-También se refería a los requisitos que debía tener un agente de policía, sus cualidades morales y políticas.
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viernes, 12 de septiembre de 2014

El Canelo y otros cuentos



Por Alfredo Ballester
    Su pasión por los gallos era más fuerte de eso que llaman sentido común. El colorido del espectáculo y los gritos de la gente lo hechizaban y lo enardecían tanto o más que con una buena hembra. Cuando jugaba lo veía todo en colores, no había en el mundo nada más emocionante que una buena pelea de gallos, era algo mágico, se sentía como dentro de un gran baile, mientras unos comían, tomaban o gritaban, y otros solo reían. Cuando cogía un ave en sus manos sentía el calor del pequeño cuerpo que se traspasaba al suyo, el familiar olor de acetona y el limón para limpiarlo y endurecer los músculos del animal; la suavidad del plumaje era algo voluptuoso, era un jugador empedernido y sin freno, sentir el placer del juego, ganar o perder no era lo importante, el secreto era la emoción, la incertidumbre del final, de los conocimientos y la experiencia acumulada; saber chupar un pico cuando el gallo tenía una vena, puntearle la cabeza con sus propias espuelas para ver si estas están untadas, si le han puesto una espina del pez rascacio para provocar el calambre, en fin, conocer las triquiñuelas y secretos del oficio; también de un golpe de suerte pues a veces esto ocurría. Había gallos guapos, fuertes, también los había astutos, menos inteligentes o cobardes, pero este que preparaba para la gran pelea era especial.
    No había logrado todavía penetrar a qué grupo pertenecía, a veces lo desconcertaba la mirada fija de Canelo, de aquel gallo dependía su vida. Meses atrás, en una partida de dominó y con un litro dentro de tres marino paticruzados había hecho un alarde estúpido, no era primera vez que regresaba a su casa sin zapatos y sin la camisa por las apuestas, esta de ahora fue descabellada, había jugado el caballo, la joven yunta de bueyes, las cuatros rosas de tierra heredadas del padre, todo esto venía a su mente.
    Oyó lejano, como en la bruma de un sueño, al juez que anunciaba su pelea, salió al ruedo como quien va al pelotón de fusilamiento, sus amigos chiflaban, pensó que esta vez se le había ido la mano, se vio en la pista, el juez dio las instrucciones, topó el Canelo contra el Colorao en la mano del retador y soltó el gallo, los animales caracolearon, alargaron sus pescuezos y erizaron el plumaje. El Colorao fue el primero en atacar, revoleteando en el aire, el Canelo dio unos pasos atrás, el público enardecido, unos gritaban --llevo veinte a diez--, uno más alto vociferaba --pago mil a cien--, el Canelo daba pasos de baile alrededor del contrincante, a la izquierda, luego a la derecha, como si se estuvieran estudiando, se arremetieron.
    El olor a fritura de bacalao que hacía la negra María Ramona llenó el aire, él no se percataba de nada, su mirada era solo para el gallo, le gritaba --pica abajo, pica abajo--como si el gallo pudiera entenderlo. El oía a Clavelito, creía en la fuerza del pensamiento; lanzó su onda cerebral al gallo, como orientaba el cantante campesino devenido en adivinador en los micrófono de la CMQ, casi estaba rezando --por tu madre Canelito, gana --. El Colorao, en un descuido del contendiente envistió y dio un espolonazo, el Canelo cayó ensangrentado; al parecer esto era todo.
    El Colorao se dispuso a rematar, los ojos casi sin vida del Canelo se encontraron con los de él, pensó con todas sus fuerzas: por favor, Canelo, mata, mata, no me abandones. El Colorao, levando su pata donde brillaba una gran espuela, la dirigió al pescuezo de Canelo. Se hizo un silencio de muerte, en ese momento, desde el suelo, el Canelo levantó su ala derecha y con el ala izquierda, porque era zurdo, saco una pistola Col 45 y disparó dos veces sobre el pobre Colorao que cayó fulminado con dos boquetes en el pecho con un gran aplauso del público.

Contaba mi viejo profesor de Periodismo, Cuqui Pavón, que cuando Guarro Ochoa fue alcalde de la ciudad de Holguín, un buen tiempo estuvo la Banda de Música Municipal sin que le pagasen a los músicos. Estos, desesperados, un día fueron a ver al alcalde, a su oficina del Ayuntamiento. Los hizo pasar y ellos le explicaron su situación personal. Con la banda había ido un cojo, Jorge, que tocaba los timbales, les ayudaba a cargar los instrumentos, les hacía los mandados y siempre le daban algo. Guarro les dijo que el municipio tenía una mala situación económica, etc. etc., pero que para aliviar un poco la situación de cada uno, que vendieran los instrumentos, el que tocara cada uno. En el silencio que siguió... se oyó la voz del cojo que dijo en alta voz: Se jodió Márquez, se jodió Márquez.
    Márquez era el director de la Banda y sólo utilizaba para dirigir una varita pequeñísima.

La broma
Calabaza de Sagua,  lugar pintoresco, perdido entre el macizo montañoso de la cordillera Sagua-Baracoa,un grupo de casitas y una tienda en el fondo de un pequeño vallecito atravesado por un río de corrientes de aguas claras y cristalinas, nuestro campamento en ese entonces estaba en el alto de los Milianes, resultaba raro ver aquellos tres hombres jóvenes moverse entre las casas, blanco de las miradas y sonrisas silenciosas y maliciosas de los habitantes del lugar, vistiendo el odiado uniforme de la guardia rural.
Corría un junio caluroso del año 1958,la lucha contra el tirano Batista era a muerte. Una tarde, el ruido característico de un vehículo subiendo la alta loma donde se encontraba el recién Departamento de Propaganda del II Frente Oriental, avisaba que llegaba alguien,esto no era usual por el día, el lugar casi no tenía vegetación, y no existía formas para ocultarse de los ojos inquisidores de los tripulantes de las odiadas chismosas, avionetas color olivo del ejército de la dictadura que realizaban labores de exploración y les indicaban los blancos a la aviación de bombardeo, basificada en Santiago de Cuba,  que a diario realizaban raid aéreos contra la población del frente.
Al llegar el vehículo y detenerse se bajó un viejo rebelde de larga melena, armado con un viejo fusil, ordenó a los demás ocupantes del verdecito jeep requisado a la MoaBayMining que bajaran, lo hicieron con prontitud tres hombres vestidos con el uniforme del ejército enemigo, uno de ellos,  el más viejo como de unos 30 años con los grados de sargento, trigueño,  casi calvo, que resultó ser el telegrafista del puesto de la guardia rural del central Baltoniy  el oficinista además de un número o sea un soldado.
    El chofer rebelde le entregó  a Papito que había salido a recibirlos una nota. El  Capitán Serguera o  Papito, como le llamábamos,  les indicó a los rebeldes que pasaran a la cocina a tomar café. Mientras leía el papel, me llamó y me dijo: vigílalos, son prisioneros, dale trabajo, estarán aquí hasta ver que no están complicado en ningún crimen, (después permaneció solo el sargento,los otros dos fueron mandados para las  Cuevas de Verdejo, cárcel del II Frente).
    Los tres hombres habían permanecido parados cerca del vehículo, casi en atención con mirada resignada, les indiqué con un gesto que me siguieran y les señalé un lugar en el viejo almacén de café donde nos alojábamos provisionalmente.  Peligro que escapasen no existía, prácticamente estábamos en el corazón del Frente, aquí no había  a donde ir, además ningún campesino los ayudaría.
 Cuando pasaron varios días supe la historia por boca del sargento, cuenta que fueron invitados por una joven a comerse un cerdo en el lugar donde ella vivía, un poco apartado del batey del central, en pleno monte. Después de degustar el pobre animalito y varias botellas de aguardiente de caña, salieron en un jeep del ejército apresuradamente por el camino de la Ayua, antes que anocheciera, al poco rato de marcha se desorientaron un poco; al llegar a una encrucijada de caminos, se encontraba un viejo campesino con una carga de yuca en el hombro, le preguntaron que hacia dónde tenían que coger para el central, el viejo,  presto, les dijo,cojan este camino de la izquierdea que al subir la lomita verán el central. Así lo hicieron los tres militares, iban cantando un bolero mejicano, el ruido del motor ocultó la gran carcajada del viejo que se quedó parado en el centro del camino viendo desaparecer en una curva el polvo que levantaba el vehículo.
Iban subiendo la lomita indicada por el campesino, cuando una voz potente les dio el alto, y el vehículo chocó con unos troncos que cerraban el paso, los militares también le dieron el alto a nuestra posta,  todos estaban aturdidos,  no supieron qué pasaba,  de pronto de dentro del monte salió un hombre barbudo con olor a manigua, encañonándolos con su escopeta y un joven campesino con una muleta. Los guardias comenzaron a disparar,  el rebelde no tenía cartuchos en la escopeta, cumplía una orden para evitar accidentes. Atraído por los disparos llegaron algunos rebeldes que abrieron fuego sobre el jeep  al que le reventaron una goma pensando que era una avanzada, fueron rodeados en un montecito,  se le hicieron algunos dispararos y se les encomió les  a rendirse.
Paralizados por el miedo solo acertaron a  levantar las manos, no recordaron las armas cortas que llevaban en el cinturas, los rebeldes,  rápidos y diestros,  los desarmaron,  luego,  uno de ellos,  los condujo a su campamento con las manos en alto, y esto fue todo.
    Se le ocupó un Springfield y dos pistolas,  estuvieron presos hasta el final de la guerra.  Al pasar de los años cuando le llegó el turno de morir al viejo de la broma dicen que lo hizo con una sonrisa maliciosa y socarrona.

Belinita
    Menuda y frágil, una mata de pelo largo en bucles del color del heno viejo,de facciones delicadas, nariz perfilada  ojos grande como de venadito  asustado,demasiados abierto de mirada  de asombro y curiosa. Tendría unos 6-7 años cuando entró en nuestras vidas, nunca estuve del todo claro cómo vino a vivir con la abuela Senda, hija de un gallego carbonero que de vez en vezvenía a verla, todo negro de carbón,  con un sombrero de yarey, que interrumpía bruscamente nuestros juegos, oímos que  había perdido a su madre,  conversaba brevemente con la niña y se marchaba en la misma forma en que vino. Ella volvía al juego con sus batas largas que no ensuciaba, su gran lazo en la cabeza y sus gestos suaves. Cuando ya nos habíamos acostumbrada a ella se la llevaron,creo a otra familia, la veíamos y pasábamos por su nuevo hogar una casa de madera en el cruce de línea del aserrío de Pintado del camino a los Caños, ella nos  miraba con aquellos grandes y tristes ojo que miraban  sin vernos mi  familia no volvió a mencionar el asunto

La cerca
Noche oscura, como decimos en buen cubano, de boca de lobo. Nada se veía más allá de las narices. Éramos 12 hombres. Partimos cuando las gallinas comenzaban a encaramarse en los árboles, tras juntarnos tres avanzadas de escopeteros. .
Marchamos en fila india, uno detrás del otro, en silencio. Las reglas de las guerrillas son rigurosas, cada uno se acompaña con sus pensamientos. Penetrando aquella masa gelatinosa negra que nos envolvía tratando de descubrir los objetos a nuestro paso.
Yo tatareaba mentalmente una canción de moda de aquellos tiempos para mantenerme ocupado, en tanto  trataba de imitar el paso de los indios Sioux, que había visto en las películas norteamericanas.
El avance solo lo delataba el incesante ladrido de los perros desde la distancia, mientras el temor, se adueñaba de los moradores, al ignorar quien pasaba cerca de sus  bohíos,  casi  ni  respiraban solo el llanto de un niño pequeño.
El aire tibio, preñado de incógnitas, nos acompañaba mientras atravesábamos cafetales, llenos del olor de miríadas de Jazmines de Noche, y cafetos en floración, caminábamos por senderos trazados por  arrias de mulos pisando viejas huellas en el fango duro.
Perdidos arroyos delatados solo por el tenue ruido de sus aguas, pendientes pronunciadas atravesadas en el camino hacia Cupeyal, completaban la jornada. Nuestra misión era hostigar al ejército.
Los guardias de la tiranía provenientes de Guantánamo, con movimiento envolvente, a través de un trillo en la serranía, guiados por un chivato desalojaron las avanzadas rebeldes. En ese lugar Lograron llegar hasta  La  Colonia. En la zona de Monterruz en Yateras
    Confiábamos en el campesino que abría la marcha, montañés y conocedor de la región presiento que el hombre que  me precede, se ha detenido bruscamente, le toco el hombro, creo que vuelve su rostro hacia mí y murmura—una cerca, nos juntamos frente al obstáculo, el guía se inclina, cogió en sus manos el pelo de alambre, este le llegaba solo a la cintura, lo baja con ambas manos cuidadosamente, pues llevaba la escopeta en bandolera, o sea a la espalda, lo empujó hacia abajo, cruzo una pierna, y luego con cuidado la otra, lo hizo ampliamente en cámara lenta, cuidando de no engancharse en las púas, al menos eso fue lo que vimos o creímos ver, ya sin ningún obstáculo el guía continuo caminando, se dio la orden en susurro de continuar, empezamos con las manos a tantear dónde se encontraba el alambre, se había agrupado todo el personal y comenzamos a explorar la oscuridad con las manos en la negra  noche, unos se tiraban al suelo, era un concierto directores de orquesta sin música, de manos removiendo la negrura, hasta que sentimos la risotada del guía, cuando dijo:--levántense partía de pendejos, que no hay ninguna cerca, como por arte de magia la luna salió y alumbro el escenario y solo existían 2-3 palos de cercas antiguos sin pelos de alambres que evidentemente el guía conocía, la tensión aflojo, todos nos echamos a reír, luego la venganza fue fulminante, el hombre perdió nombre y apellidos, en lo adelante se le llamó por los siglos de los siglos sin otros adjetivos; solo el Jodedor .

La pineita blanca
Recién comenzaba eso que le llamamos Periodo Especial, en lo de necesidades  o pasar  trabajo me recordaba narraciones de la época del Machadato que mi padre contaba, en realidad,nos sorprendió, a mí y a otros pues no esperaba que la cosa apretara tanto,a pesar que disponía de información de lo que se nos avecinaba, en el seno de mi familia fue duro,pues había pasado al retiro en esos días y pasaba por un momento difícil sicológicamente, con algo parecido a eso que llaman el síndrome del retiro y no sabía qué espacio ocupar en lo adelante. Los vientos que soplaban habían traído el mercado de la CANDONGA,nombre exportado por los cubanos que vinieron de Angola. Allí a la Candonga fuimos un 23 de abril en que Ana se empeñó en celebrar de cualquier forma mi cumpleaños a pesar de mi criterio de pasarlo por alto,  compramos 10 emparedados de puerco asado a 10 pesos cubanos cada uno, eran un pedacito de un cazabe flaco que los indios originarios de la isla los más pobres se hubiesen horrorizados con aquello de una untada que solo olía a puerco de un sabor indefinido.
La escasez de grasa para cocinar era tremenda, sustraían del combinado lácteo  una cosa que le decían Buterol,  de un color amarillo oscuro con un sabor a rancio lo que se  utilizaba industrialmente para agregar grasa a la leche en polvo .El cambio del dólar llegó hasta 150 pesos cubanos por 1 dólar, el panorama diario en la calle era duro, la gente salía para los campos con ropa para cambiarla por plátano u otras cosa,me recordaba viejas lectura del pueblo ruso durante la II Guerra Mundial, se escuchaban pregones  en la calle de ventas de dulces, el tránsito se llenaba de bicicletas con n´pveles conductoras, entre ellos Ana,  mi esposa, que aprendía en la pista del Feliú acompañadas de congéneres que nunca sospecharon que después de adultas les tocaría montar en estos vehículos. Mi previsión de cocos secos, que por años había dejado en el patio para los puercos asado en púa aromatizados con las hojas de guayaba,sirvió antes la escasez de leñas para cocinar. Ana y Ani mi hija menor de profesión oftalmóloga, abrieran una lata de gas, esas cuadradas  de  5 galones y con una vieja hornilla improvisaran un anafrehornilla o cocina; ellas empezaron en este invento a utilizar como combustible los cocos  secos de los que hablé, el humo les causó a ambas una conjuntivitis tremenda.
 Salíamos temprano al  campo en la carretera de San Germán a tratar de comprar carbón, el que trasportábamos en la parrilla del abnegado y siempre querido Polki, en el trayecto se veían bicicletas con descomunales cargas de leñas, que traían a mi mente paisajes vividos en la guerra en Etiopía.
    En lo diario domestico las cosas que las hijas traían de la calle eran fabulosas, Isora,  la hija mayor se apareció un día diciendo que traía la última, los huevos fritos con solo agua,manos a la obra, claro el resultado un desastre,tal era el panorama que se vivía.
     Un día tocan a la puerta, era un individuo grandote con un pollito blanco en la mano, que le dijo a Ana que se trataba de una gallina y la cambiaba por un candado,  estas cosas ocurrían a menudo, en casa teníamos un candado mediano y se realizó el trueque, al pasar el tiempo nos dimos cuenta que no era tal gallina pues no crecía,  era patatica ,de patass cortitas y se trataba de una pineita, para quien no lo sepa  se trataba de  una raza de ave de corral enana; para nuestro gallo resultó una novedad, pues enseguida la distinguió sobre las otras esposas, y al parecer ella se deslumbró con la postura gallarda y el plumaje rojo de su estirpe montañés.  Apolonio que así se llamaba el dueño de nuestro patio, la montaba cada mañana con delicadeza y caballerosidad ,ella dócil y recatada,cuando él se acercaba le lanzaba mirada llenas que a mí me parecían de amor, mientras asumía una postura, sumisa y humilde observada por la envidiosa Claudiosa,  la  del pescuezo pelado y que la mirada de Apolonio paralizaba.
  Así las cosas  la pineita empezó a poner un huevito todos los días, y casi a la misma hora que consumía nuestro nietecito  Alejandro también a diario, fue una bendición, esto lo hizo por un tiempo largo, nunca fue después de rendir postura al caldero, por tácito acuerdo familiar murió de vieja en el patio, nunca fue atacada por las demás aves, todas alborotadoras y chismosas, siempre la vimos gentil y tímida, Apolonio  la distinguió, un día al salir al patio vi un matoncito blanco donde ella siempre estaba en los últimos tiempos, falleció a una edad avanzada para las aves, fue enterrada en el patio y hasta una pequeña y rustica cruz Alejandro le puso.

MELBA
Melba  supongo que era muy joven, mirándola desde la altura de mis 7 años era una mujer vieja ,pero en realidad era muy joven,la recuerdo con sus barrigas, ya había parido tres negritos de su flaco marido,   este con su eterno cabo de tabaco en la boca y un viejo  sombrero de jipijapa encasquetado hasta los ojos aunque estuviera acostado en su cama.
 Melba era  dentro de su pobreza muy limpia, ocupaban un cuartucho pequeño y sin ninguna ventilación en un solar que había sido un cuartelillo de tropas españolas, frente al parque 24 de Febrero en Guantánamo, siempre andaba con las greñas paradas, haciéndose moñitos que se cogía con papel de cartuchos de las tiendas trajinando dentro de la habitación con uno de sus hijos pegado de una teta.
   Me recuerdo de ella desde cuando mi madre me mandaba a verla para asunto del planchado o lavado de la ropa era nuestra vecina de pared de un inmenso y grueso muro que era el patio del garaje del viejo, para llegar a su casa yo atravesaba por la casa de al lado de la mía, la casa de Ñica la mujer de Domingo el billetero,  un canario altísimo que era un fanático de la pelota.
Mi barrio era un mosaico de gentes interesantes,al lado de Ñica vivían dos mujeres altas y muy flacas con el pelo blanco,ambas tenían una despigmentación en la piel que era un horror verlas además de feas, la procedía una fama de chismosas, les decían las pintas,nunca salían de su casa, se pasaban todo el tiempo mirando por las hendijas de su puertas y chismorreando entre ellas. Al lado vivía Lucia le decían la Mora era en realidad una pareja de polacos ya maduro con una hija muy bonita, pero desgraciadamente muy vieja para mí ,después una negra gorda muy buena persona mujer de un gallego dueño de un pequeño café en la esquina del parque,  mas delante de la casa de Mirta un café el de Nieto,  unos asturianos, que siempre estaban en quiebra, luego el almacén de azúcar de ChanoBergnes un catalán que tenían en el almacén para cazar ratones una pareja de majase de Santa María, frente un café de chinos, al lado de este un relojero húngaro o israelí,ya viejo,  que hiciera frío o calor andaba con chaleco,  saco y paraguas, al lado un médico casado con una bellísima alemana jovencita, cerca el café de Wilson hijo de un marinero norteamericano aplatanado en el país, MisterChileto al otro lado del garaje un jamaicano blanco que tenía negocio de lavandería en la base naval casado con una inglesa,el resto de la cuadra catalanes y españoles.
En el solar muchos negros caribeños que sus hijos nacidos aquí hablaban el español con acento, comentaron que Melba estuvo enferma,pasé por la casa de Ñica,  hablé un rato con la viejita Toña, que le decía a Santiago de Cuba ‘’Cuba’, pase al solar,  el marido estaba sentado en un banquito con su sombrero y el cabo de tabaco, el cuarto estaba vacío,  solo muchos papeles en el suelo; me miró y me dijo, dile a tu mama que Melba no le puede lavar más la ropa, se murió esta madrugada y se la llevaron.

Parrita
Parrita era gordito, colorao, de ojos claros,  socarrón y era Policía Nacional. Tenía tipo de baracoense(de Baracoa). Hombre rutinario, tenía sus caminos. Uno de ellos lo llevaba cerca de por donde vivía mi novia. Y cada vez por azar coincidíamos o me veía saliendo de casa de Mirta, me miraba inquisitoriamente, con brillo siniestro y cínico en la mirada y una sonrisa a flor de labios.
Sabía que el tipo me acosaba por sospechas, por el placer de  burlarse. Me cazaba como gato a ratón, un juego mortal. Yo lo desafiaba al sostenerle la mirada. Por entonces  las cosas no andaban bien en Guantánamo. Casi noche a noches se oían  explosiones de bombas, ocurrían apagones por el corte de la corriente, se escuchaban disparos, y al amanecer se sabía de asesinatos y torturas, de vidas de gente del pueblo.
Cuando Parrita iba montado en el jeep del cuartel ,Thompson en mano, rodeado de guardias rurales, la gente intuía que el peligro andaba suelto. En tal pose,  acariciando el arma, solía mirarme intensamente, vacilarme diría hoy. Sentía que hasta se saboreaba, se relamía la boca.  Miradas intensas y lánguidas preñadas de malos presagios y yo comprendía que no era asunto de mariconería, sino otra cosa. Sus ojillos fieros decían: ¡Aprepárate cabrón, lo que te espera, sé en lo que tú estás, lo sé,  pero no tengo pruebas. Tú sabes que  lo sé, que lo huelo  y tú serás el próximo muertito del pueblo. Ya tendré la oportunidad, sin  apuro!
 Pasó el tiempo. Logré dejarlo atrás. En los primeros días de enero, después de la entrada a Santiago de Cuba,  fui a Guantánamo para ver a la familia. Alguien dijo que fuera a la cárcel.Allí, detrás de la reja, como merecían, estaban todos. Naón, el asesino de CalínBergnes y los demás de la misma especie criminales. Estaba también Parrita. Pero ya no tenía el brillo malvado en la mirada, ni se reía. Miró desde detrás de los gruesos barrotes nada más un instante. Desde mi uniforme verde olivo y mis grados de capitán del Ejército Rebelde, le sostuve la mirada con asco. Él entendió perfectamente: te jodiste cabrón.