lunes, 13 de octubre de 2014



Guarnición y seguridad de la Comandancia
El poblado de Mayarí Arriba reclamaba una guarnición para prote­gerse de cualquier ataque por sorpresa o infiltración de enemigos, aunque esto último era poco menos que improbable. La Coman­dancia posibilitó un sistema de guarnición y seguridad que permitió la creación de una especie de destacamento armado. Con esta es­pecial fundación, integrada por un pequeño grupo de soldados re­beldes, los que inicialmente no podían ser catalogados como poli­cías, seleccionados por su mayor comprensión y cierto nivel escolar, superior en relación con el nivel medio del Ejército Rebelde.
Al compañero Fito Suárez se le encomendó hacerse cargo de la organización de las postas alrededor de la Comandancia: “La pri­mera estaba en el camino de Sabanilla, funcionando las 24 horas, la segunda se ubicaba en lo que era el campamento de la guarni­ción, que luego se denominaría de la Policía Rebelde y la tercera se hacía rondando la casa donde se dormía, que tenía su entrada por el camino que va hoy a la escuela de Mícara y se rondaba además alrededor de la vaquería donde continuamente se traba­jaba hasta horas avanzadas de la madrugada. Este servicio de guardia se integró por 20 o más compañeros”.
Se proyecta crear delegaciones de policía en las columnas y compañías, pero lo que funcionaba como policía en la práctica era el cuerpo de guarnición que a veces se ocupaba del servicio interno de la Comandancia. Recuerda Fito: “que la composición de este grupo era heterogénea por las tareas que realizaba, ade­más de las guardias. Ya a finales de octubre, cuando llega a la Comandancia, había un grupito de combatientes: el cocinero San­tiago Wash, en ese tiempo llegó Israel Reyes, que cayó después en
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Bolivia junto al Che, y Enrique González, que luego fue instructor de la Escuela de Policía que tendríamos cerca de la Yaya. Tam­bién el Sargento Guillermo Rivas, de suministro, que fue nombra­do por el propio Raúl, otro muchacho de apellido Chaveco, que era chofer y auxiliaba a Rivas en el abastecimiento, conocedor de aquella zona, pues era del mismo pueblecito de Mayarí”.
A mediados de octubre se incorpora a la Comandancia Alfredo Reyes Trejo, con 5 hombres del Servicio de Inteligencia Rebelde, quien provenía de la zona del Capitán Filiberto Olivera.
Reyes Trejo de inmediato empezó a incorporar a un grupo de aproximadamente veinte hombres, venidos de San Luis, a hacer trincheras para protegerse de los ataques aéreos. Por orden de Raúl, también estos se irían incorporando a la célula original de la Policía Rebelde.
La aviación bombardeaba todos los días a Mayarí, cuando no era en la mañana lo hacían en la tarde, amanecía con una neblina espesísima hasta las 8 o 9 de la mañana en los meses de octubre, noviembre y a principios de diciembre.
La Policía Rebelde se comenzó a constituir en estas condicio­nes. Es importante señalar el hecho de que esta guarnición se con­virtió en una especie de célula-madre, cuyos miembros serían los primeros en portar el monograma de la Policía Rebelde, fabricado caseramente en Mayarí Arriba.1 De esta célula se irían despren­diendo de continuo los compañeros que asumieron la función policial en los diversos poblados liberados. Por su adiestramiento, preparación y confianza, este destacamento armado rebelde fue una fuente constante de la que se nutrió la Policía Rebelde. Pudie­ra decirse que más que funcionar como policía, su papel fue el de ser la célula-madre, y su misión de cuerpo de guardia de la Co­mandancia Central le impedirá en la práctica convertirse en un cuerpo policial.
1 Creamos un monograma o distintivo que consistió en un pedazo de tela en forma de escudo con los colores del M-26-7 rojo y negro y las letras en blanco con una PR o sea Policía Rebelde. Doila, esposa en aquel entonces de Vazquecito, junto a un grupo de mujeres del poblado, hicieron los distintivos. Los que usábamos nosotros tenían una CC, o sea, Comandancia Central. Lo poníamos encima del brazalete. En realidad esto no le decía nada a nadie dentro del territorio que tradicionalmente ocupábamos, pues allí solo éramos los rebeldes; luego sí fue necesaria una identificación en los territorios que se iban liberando.
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No obstante debemos subrayar que a fin de cuentas esa guar­nición quedaría bajo el mando de la Policía Rebelde y se encargó incluso, después del triunfo de la Revolución Cubana, de la pro­tección y seguridad de la Comandancia Central, para lo cual se convertiría en un celoso vigilante de las preciadas vidas de sus integrantes y de todos los bienes que esta contenía, incluidos los documentos.
Es justo reconocer que si los miembros de la Comandancia apenas dormían, sumidos en el intenso trabajo de la conducción de la guerra y de la dirección de la revolución, aquellos compañe­ros de la Policía Rebelde encargados de la custodia, propiciaban esta fecunda vigilia con su anónima labor. También este destaca­mento de guarnición se encargó del cuidado de presos rebeldes y del enemigo, además de realizar las tareas de servicio interno y de seguridad apuntadas.
Como a 5 o 7 kilómetros del poblado, en Tumba Siete, existía una casa inmensa con un amplio granero que había servido al inicio de campamento al Comandante Casilla y que era utilizado para alojar a los prisioneros militares hechos al ejército de la tira­nía. En la Comandancia no había cárcel, pero llegó a darse la ocasión de tener que improvisar una especie de casita de guano a la orilla de un río como en el caso del piloto Mario Díaz Saumel, ajusticiado el 3 de diciembre luego de probársele fehacientemente su culpabilidad por un tribunal revolucionario. Este hombre, due­ño y piloto de una avioneta, fue capturado por una acción coman­do en una pequeña pista entre el central Palma y el cuartel, y se le obligó a aterrizar en Mayarí Arriba. La avioneta la dedicaba a taxi aéreo, pero al ser cortadas las carreteras por los rebeldes se dedicó a transportar a oficiales y soldados de la tiranía y al conocido asesino Campos Pontigo, jefe del escuadrón 14 de la Guardia Rural de Palma Soriano, al traslado de la correspondencia y el dinero del pago a las fuerzas de la tiranía destacadas en Palma. Estaba vinculado al sanguinario Coronel Alberto del Río Chaviano en gran­des negocios. Los días anteriores a que concluyera este caso fue­ron de no dormir y de intensa agitación para la guarnición, según recuerda aún hoy Fito Suárez.
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Organización de la Policía Rebelde
Una fría mañana del mes de noviembre de 1958, fui llamado por los entonces capitanes Augusto Martínez Sánchez y Manuel Piñeiro Lozada, Barba Roja (fallecido), para plantearme la misión de or­ganizar lo que sería la Policía Rebelde del Segundo Frente Oriental Frank País. Por aquel entonces la Comandancia radicaba en Mayarí Arriba (en el lugar donde hoy está el museo).
El compañero Reyes Carbonell ya había dado algunos pasos iniciales. Mi primera tarea fue organizar la seguridad de la Co­mandancia Central con los compañeros de la Policía Rebelde.
Estaba realizando en Soledad, por órdenes del Comandante Raúl, otro trabajo que consistía en recoger una cantidad de vehí­culos volcados, algunos en lugares verdaderamente difíciles de sacar, ponerlos en funcionamiento y los que no se pudiesen arre­glar, desarmarlos y hacer un almacén de piezas de repuesto en un local donde se guardaba café que ya existía en ese lugar.1 Al pre­sentarme a la nueva misión, ya estaba organizado el destacamen­to de guarnición antes referido, el que quedó bajo mi mando a partir de ese momento.
El Capitán Manuel Piñeiro me instruyó sobre cómo iba a fun­cionar y cómo debía formarse la Policía Rebelde, e incluso me sugirieron algunos compañeros que podía utilizar en esta función,
1 Al mirar a la distancia, pienso que fue el primer intento de la creación de la especialidad de tanque y transporte del Frente, se logró poner de alta varios vehículos, los llamados zapa de tres diferenciales y camionetas Power Vagón, que por órdenes de Raúl se le entregó a Efigenio. Se creó un parque de piezas de repuesto.
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entre los que estaba Alfredo Reyes Trejo, quien fungiría como se­gundo al mando de la Policía. Luego no solo él, sino los hermanos Trejo que también realizaron un meritorio trabajo en la organiza­ción de la Policía Rebelde. Comenzaron aquí realmente a darse los primeros pasos para la organización de un cuerpo policial.
A partir de este momento existe comunicación y contacto per­manente entre el mando de la policía y estos dos miembros de la Comandancia, Piñeiro y Augusto, lo que de hecho se convierte en el puente directo a través del cual se canalizan las órdenes de la autoridad máxima rebelde a dicho mando policial. En el trabajo futuro se irán perfilando aún más las condiciones en cuanto al funcionamiento y alcance de la policía.
Siguiendo las indicaciones de estos jefes superiores, la policía empezó a ser nutrida con reclutas guerrilleros procedentes de la escuela de Calabazas de Sagua, dirigida por Raúl Barreda, com­pañero de Guantánamo que siendo agente del Servicio de Inteli­gencia Militar (SIM) enemigo, se había incorporado al Movimien­to 26 de Julio, prestando valiosos servicios, además, yo incorporé a un grupo de soldados que estaban bajo mi mando en Soledad.
Recibí indicaciones de algunos de los requisitos que debían cumplir los hombres que seleccionaríamos y estos eran los siguien­tes: tener un mínimo de preparación política, ser firmes en sus convicciones, una actitud definida ante la revolución, tener en cuenta que no solo se realizaría un trabajo con el orden público y las actividades enemigas, sino que tendrían que hacer un trabajo político con los ciudadanos y mantener el trato correcto del Ejérci­to Rebelde con el pueblo.
La principal misión policial siguió siendo la protección de la Comandancia, a esta casi se reduciría lo hecho por la policía en lo que era el territorio tradicional del Frente.
En realidad, de acuerdo con las exigencias propias del momen­to, existía una especie de puesto policial en uno de los puntos de la guarnición, pero no había una jefatura de la policía organizada y estructurada. Nunca llegó a existir un escalón de mando policial. En su aspecto material contábamos en la Comandancia Central con un pequeño local de trabajo, generalmente estábamos muy poco tiempo allí, y las orientaciones las recibíamos a través de los compañeros mencionados (Piñeiro y Augusto). No se puede pen­sar cuando hablamos de jefatura de Policía en una cosa organiza­da. En realidad ejercíamos como jefe de la policía yo y como se-54

gundo Alfredo Reyes Trejo. Por lo regular andábamos juntos, en la práctica el puesto de mando nuestro estaba arriba de un jeep y continuamente nos estábamos moviendo, organizando, controlan­do, nombrando policías en los poblados que se habían liberado y otras funciones.
La dirección de la Policía se convirtió en un mando móvil, por la urgente necesidad de organizar estos poblados, montada en un jeep para trasladarnos de un lugar a otro según el rápido despla­zamiento de las tropas rebeldes. Este mando móvil no fue el resul­tado de un estilo de trabajo, sino de las necesidades impuestas por las circunstancias de la guerra.
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La Ofensiva Rebelde General
y perfeccionamiento de la Policía
Rebelde
Fue un período decisivo de la lucha armada, los acontecimientos se produjeron a una velocidad vertiginosa, estábamos en el co­mienzo de la gran ofensiva rebelde cuando era imprescindible arre­batarle al enemigo el máximo de terreno y el combate fue pasan­do, de la toma de cuarteles y puestos militares ubicados en poblados medianos, a la lucha por las ciudades.
Fue un momento de gran movilidad de las fuerzas rebeldes que iban abandonando sus territorios tradicionales y avanzaban so­bre las posiciones del enemigo en el llano. A consecuencia de esta Ofensiva General se liberaron enormes territorios y poblados en las cercanías de las diferentes comandancias de las columnas.
El Ejército Rebelde estaba en medio de un frente de combate amplio al desatarse la ofensiva de todas las columnas por la Opera­ción Gancho, pero iría quedando, entre la dirección central del Frente y las líneas de combate, una zona formada por los poblados y ciu­dades liberadas, territorio ocupado por medio millón de habitantes, había que controlar mediante el funcionamiento de un cuerpo que fuera la garantía de la firmeza de estos triunfos, situación que plan­teó la necesidad de fortalecer las estructuras. Se hacía necesario, no solo cubrir esta retaguardia, sino dejar un orden constituido en es­tos nuevos territorios para impedir cualquier acto que pudiera po­ner en peligro este proceso, fue por eso que se tomaron adecuadas medidas organizativas, sobre todo, al sopesar la contingencia de la prolongación de la guerra y pensando en las situaciones que pudie­ran sobrevenir de cualquier cambio súbito en ella.
Además, la extensión territorial de la contienda creaba otro problema, los lugares de combate o en ocasiones las líneas de
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fuego del Frente se habían alejado tanto del centro de dirección de las tropas rebeldes que se hacía casi imprescindible dejar consoli­dada la retaguardia, o sea, todo el territorio que se iba ocupando y también era necesario crear enlaces entre esos dos puntos tan distantes. El que se pudiera garantizar el control del territorio libe­rado determinaba en gran medida la obtención de tales objetivos y en esto intervendría con un peso considerable la Policía Rebel­de, la que se encargó de mantener el orden, administrar justicia y contribuir a la reorganización de la vida social, entre otras de sus múltiples tareas.
Insisto en que lo primero era derrotar al enemigo, lo que no nos permitió que el mando policial se entregara de lleno a la tarea de organización de la Policía. De las tareas militares emanadas de la Comandancia Central se destaca la operación contra Songo y La Maya, plazas donde no se dejó organizada la policía porque la misión del mando policial era en ese momento otra, debido a las necesidades de esa coyuntura concreta.
En La Maya, acompañé a Augusto Martínez y Raúl Camacho, el Abuelo, jefe de intendencia del Segundo Frente e hicimos un requisamiento de víveres y otros, fundamentalmente en almace­nes de connotados batistianos del poblado, y dejamos constancia de lo que se requisó, mientras que en Songo, a pesar de haberse tomado esta plaza, considerada por la dictadura como inexpug­nable, no se pudo tampoco dar pasos organizativos respecto a la Policía Rebelde.
Ubicándonos en aquel contexto, podremos comprender mejor por qué aquel momento exigía participar en el combate por enci­ma de cualquier otra tarea, así como determinadas circunstan­cias en ocasiones, impedían a los jefes de la policía dedicarse a otra cosa que no fuera redundar en la solución de las necesidades bélicas del Segundo Frente, a veces simplemente había que hacer lo que dicta la lógica: la guerra.
Más tarde, sin haberse liberado todavía las principales plazas de la provincia, se volvería sobre estos dos grandes poblados para dejar constituida en ellos la Policía Rebelde. También se irían su­mando otros lugares de menor importancia como Jamaica y Caimanera en una dirección, y Dos Caminos, Borjita, Santa Ana de Auza y Baltoni, en otra. La dirección norte del mando de la policía tendría que dividirse por imperativos de la extensión del Frente. También se organizaría la policía en Cueto.
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En otros lugares, los jefes de las unidades rebeldes que realiza­ban su liberación, constituyeron en estos una especie de puestos de guarnición, que no pertenecía a la policía en toda su propie­dad, pero que después fungirían como puestos policiales. A veces esta no fue más que una situación provisional, dictada por la marcha agitada de los hechos y que fue modificada tan pronto como el mando de la Policía llegó a estos lugares para realizar su labor organizativa.
Por lo regular en estos momentos iniciales de la ofensiva rebel­de, el mando móvil de la Policía visitó las plazas que se estaban liberando, aún en medio del fragor del combate o recién termina­do este.
Enfrentadas al estado de confusión, propio de esos sitios re­cién liberados, los jefes de la policía del Frente asistieron a la cons­titución de esos pequeños destacamentos rebeldes que se dejaron para garantizar la defensa con una mezcla de entusiasmo y furor característicos. El mando policial, después del acto de constitu­ción, marchó al lado de las tropas que avanzaban aceleradamen­te. Sobradas razones existían para este apresuramiento.
Casi a mediados de noviembre se recibieron órdenes precisas de la Comandancia General en la Sierra Maestra donde en esen­cia se señalaba que: las columnas del Segundo Frente debían se­guir su avance, sitiando y rindiendo a todos los cuarteles posibles en la zona comprendida entre Cueto, Mayarí, San Luis y Guantánamo, mientras que las columnas que rodeaban a Santia­go de Cuba debían continuar vigilando e impidiendo el menor movimiento de tropas enemigas.
El 23 de noviembre, coordinadas las tropas del Segundo y Ter­cer Frente Orientales, se iniciaba una cadena de combates que han sido denominados la “batalla de Oriente”, que traerían como resultado la liberación de las plazas más importantes por parte de los rebeldes. El camino del debilitamiento y posterior derrumbe del régimen estaba abierto.
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Desde Baracoa hasta Cueto
En el desarrollo de esta ofensiva final, vorágine revolucionaria marcada por la toma de la iniciativa militar rebelde y la corres­pondiente desmoralización del enemigo que rindió muchas de sus posiciones, incapaz de contener aquel empuje revolucionario. Fui­mos tomando poblados y ciudades y armamos gente por el cami­no. En medio de esta situación fue que la policía se convirtió en una necesidad militar y política de primer rango, por esta razón, el Jefe del Segundo Frente da instrucciones al mando de la Policía para ir “desde Baracoa hasta Cueto” y autoriza para reclutar en las columnas a los hombres necesarios con el fin expreso de orga­nizar el cuerpo policial en todo el territorio liberado.
Se inicia el período de trabajo más intenso para el mando móvil de la Policía Rebelde, como podrá calcularse con facilidad, la fun­dación y existencia de esta se circunscribirá cronológicamente a los últimos días de noviembre y sobre todo a diciembre, por lo que todas estas medidas organizativas fueron fugaces. En especial re­cuerdo que medité sobre la nueva tarea que se me había enco­mendado, por lo cual debía de emitir algunas medidas que normasen las actividades iniciales pues se avizoraba la toma de la iniciativa rebelde para una posible ofensiva, algunas de estas in­dicaciones fueron:
Primero: Queda terminantemente prohibido ausentarse de las delegaciones de la policía rebelde sin la previa autorización del responsable del mismo.
Segundo: Igualmente para el buen funcionamiento de estas delegaciones queda prohibido así mismo las conversaciones no constructivas así como discusiones polémicas […].
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Sexto: Este departamento deberá mantenerse limpio, ordena­do, gala de la característica de este Segundo Frente Frank País. Séptimo: Todo miembro de este cuerpo debe cuidar celosamente su apariencia personal […].
Noveno: El responsable de este campamento deberá convocar una reunión cada dos días con el personal bajo sus órdenes para el intercambio de ideas y críticas constructivas y todo lo relacionado con nuestro cuerpo y las cuestiones fundamenta­les que dieron origen al Proceso Revolucionario.
Hubo que recorrer enormes territorios separados por largas distancias, para cumplir la misión que el Comandante Raúl Cas­tro había encomendado. Teníamos que dar rodeos, pues muchos lugares estaban aún en manos del enemigo; atravesábamos po­blados en las noches o madrugadas, muchas veces desiertos, es­cuchando a lo lejos el ruido del combate que se desarrollaba, sin tener claro en manos de quién estaba el lugar.
Es así como empezaron a darse los primeros pasos para la or­ganización de la policía en los territorios recién liberados, se for­maron pequeños destacamentos armados que tuvieron funciones especiales, por tanto diferenciadas, para el mantenimiento del or­den público, del resto de los soldados rebeldes, cuya misión esen­cial era la combativa. Se distinguían no solo porque portaban monogramas que los identificaban como policías, sino también porque tenían cabal conciencia de su pertenencia a un cuerpo especial y porque actuaban de acuerdo con ello. Ya en este tiempo fue función de la jefatura máxima de la Policía la constitución de estos grupos armados que situaba en los poblados, así como su instrucción en relación con su actuación y el chequeo de sus de­beres, incluso se observaba una tendencia en dicha jefatura a es­pecializarse en sus funciones, aunque nunca abandonaron su par­ticipación en los combates. La combinación de ambas funciones y en ocasiones su realización simultánea, le fueron inherentes a las condiciones de guerrilleros, los que compensaban su insufi­ciencia numérica con la versatilidad de sus actos.
Nutriéndose de los soldados que provenían de las escuelas para reclutas rebeldes existentes en Calabazas de Sagua y en Mayarí Arriba, de los efectivos de la guarnición de la Comandancia Cen­tral, que enviaba Fito Suárez. Se fueron estableciendo puestos policiales en Alto Songo (liberado el 27 de noviembre), La Maya
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(liberada el 7 de diciembre), San Luis (liberado el 9 de diciembre); en Dos Caminos, Santa Ana de Auza y Baltoni; en el sector sudoccidental, en la dirección norte de Cueto (26 de diciembre), en Mayarí (30 de diciembre) y en una tercera dirección, en Jamai­ca de Yateras, justamente en el momento que se organizaba el asedio de Guantánamo por parte de las tropas de Villa y Efigenio, entre otros lugares de este sector se organizaría también en Caimanera (liberada el 19 de diciembre).
En algunos casos las milicias clandestinas que operaban en los poblados y plazas mayores o que se habían sumado al combate por su liberación, eran utilizadas para apoyar la actividad policial o se integraban a ella aunque en menor escala. Los jefes de los puestos policiales eran compañeros de más confianza, por lo general de los que se habían formado en contacto directo con la Comandancia Central, en el grupo de guarnición responsable de su seguridad y traslado. Estos puestos de policías de los enclaves liberados debían estar mejor preparados para enfrentar una misión más compleja que la que se realizó en el territorio tradicional del Frente. Ahora no se trataba de resolver problemas civiles en un marco controlado del todo por las fuerzas revolucionarias, ni tan solo se trataba de esta­blecer un orden militar mediante el uso de la fuerza, había que orga­nizar la vida en esos territorios recién liberados y además se necesi­taba hacerlo aun en medio de una guerra cuyo final no podía pronosticarse con exactitud cuándo se produciría.
El cuerpo policial debía diferenciarse, de hecho era distinto por su esencia, del odiado cuerpo de la policía batistiana. El pueblo espontáneamente apreciaba esta diferencia, por esa razón se in­tensificó la educación política, ya de por sí el nivel de preparación de las tropas del Segundo Frente era considerable a causa del én­fasis en la necesidad de politización elevada del Frente, por lo que los soldados que pasaban a trabajar en la policía no podían me­nos que reflejar esta preparación, sin embargo, se procuraba que estos fuesen los que mayor desarrollo tuviesen en este sentido, a fin de que entendieran mejor su misión y acometieran las tareas con la aptitud requerida.
Con el fin de mejorar esta preparación se trabajaría luego en la creación de mecanismos que viabilizaron esta labor, como escue­las de la policía, y se atendería más de cerca a los puestos policiales.
La necesidad de acentuar el factor de la educación moral se tradujo en la práctica en una sobrecarga de este tipo de trabajo
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que debería enfrentar el mando de la Policía. Esto se puso de ma­nifiesto en una circular rebelde dirigida a las jefaturas de los pues­tos policiales que se acababan de constituir, la cual tuvo por obje­to clarificar algunas de las cuestiones antes señaladas.
Al recibir la tarea, Trejo y yo pensamos que teníamos que con­feccionar unas normas para que los compañeros las tuviesen pre­sente en esta función, por completo nueva para todos, por lo que elaboramos, con nuestra propia concepción e imbuidos del espíri­tu de lo que avizorábamos en el futuro, la circular número 1 del 5 de diciembre de 1958 que dice como se transcribe en estos fragmen­tos (ver anexo IV):
Nos ha tocado a los hombres que constituimos el Cuerpo de la Policía Rebelde la ardua y responsable tarea de ocupar y mantener el orden en los territorios liberados por el Ejército Revolucionario 26 de Julio, sobre cada uno de nosotros gravita de manera directa tal responsabilidad y debe constituir nuestra mayor preocupación el hecho de salir airoso y con éxito de esta responsabilidad que la Revolución ha puesto en cada uno de nosotros […].
La Policía Rebelde es un cuerpo no solamente creado para mantener el orden de los territorios ocupados por nosotros, sino sus funciones deberán ser más amplias y profundas, ya que como en los pueblos liberados por el Ejército Revolucionario es la representación ante el pueblo del Ejército Rebelde. La Policía Rebelde, deberá estar presta en cualquier lugar en que se encuentre, a ejercer su autoridad y respaldar con esa autoridad, la justicia a los humildes, origen y causa de nuestras luchas […].
Todo policía deberá cuidarse de no aceptar halagos ni regalos interesados que tiendan a menoscabar el ejercicio pleno de su autoridad, cosa esta corriente en los policías anteriores, habidas en nuestra República, donde un tabaco, una cajetilla de cigarros o cinco pesos disimulaban y cubrían inmoralidades.
En ese último párrafo citado se efectúa un corte nítido entre la policía anterior y la Policía Rebelde, denunciando el carácter fá­cilmente corrupto de aquella a la que el soborno material y el hala­go cegaban el cumplimiento de su deber. Era lógico que esto exis-62

tiera en un cuerpo policial puesto al servicio de la clase explotado­ra que lo sostenía solo por dinero y no sobre la base de una causa justa que le diera una sustentación moral e ideológica.
En este fragmento de la circular número 1, que ya citamos antes, se evidencia la esencia clasista, en este caso a favor de los explotados, que debía guiar la actuación del nuevo cuerpo policial:
La Policía Rebelde, deberá estar presta en cualquier lugar en que se encuentre, a ejercer su autoridad y respaldar con su autoridad la justicia de los humildes, origen y causa de nues­tras luchas.
Se subraya aquí una vez más la respuesta combativa que de­bía caracterizar al policía rebelde para ejercer a plenitud la autori­dad conferida. No se nos debe escapar el espíritu martiano con que está hecho este documento, apoyado en indicaciones de nues­tros superiores, además, lo conceptual que nuestra cultura nos in­dicaba, pues éramos parte de esa población con unos tremendos deseos de justicia, no queríamos una policía igual a la que cono­cíamos. Teníamos que invertir el orden de las cosas, queríamos y podíamos hacer algo distinto; el documento fue consecuente con los fines humanitarios y a favor de los desposeídos con el uso del fusil para destruir el régimen de opresión y crear las bases de otro distinto.
Dejando claramente establecida la identidad absoluta de fines y métodos existentes entre el Ejército Rebelde y la Policía, la circu­lar hace conciencia en cuanto al amplio alcance de la responsabi­lidad de esta cuando dice:
La Policía Rebelde es un cuerpo no solamente creado para mantener el orden en los territorios ocupados por nosotros, sino [que] sus funciones deberían ser más amplias y profundas, ya que somos en los pueblos liberados por el ejército revoluciona­rio, la representación ante el pueblo del Ejército Rebelde.
El 16 de diciembre el Comandante Raúl Castro emitió la Orden Militar número 53, que establecía el sistema de administración que se debía aplicar en los municipios liberados y definía las funciones
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que se debían cumplir por las instituciones creadas, entre ellas la Policía Rebelde. En su artículo 16, el documento expresaba:
Para el cumplimiento de las disposiciones de los comisionados, así como para el mantenimiento y atención del orden público del territorio donde presten sus funciones, las autoridades encargadas de la administración municipal contarán con las fuerzas de la Policía Rebelde que radiquen en tales territorio.
Y entre las disposiciones transitorias, indicaban:
La Policía Rebelde del Segundo Frente Oriental “Frank País” quedará subordinada en lo sucesivo única y exclusivamente al comisionado General a quien se le faculta por este medio para la reorganización de dicho cuerpo y la designación de sus miembros.
Desde este momento la Policía se subordinó a Augusto Martínez Sánchez, quien en su condición de comisionado general del Fren­te, aceleró su creación y desarrollo.
Como parte de este proceso, el 20 de diciembre Martínez Sánchez puso en vigor un decreto que aprobaba el reglamento del cuerpo, en él se definían las funciones de la policía y los principales aspec­tos de su estructura y se precisaban las atribuciones y funciones de los jefes en los distintos niveles. En los artículos 2 y 3 se estable­cía, respectivamente las funciones y las estructuras del cuerpo de la policía rebelde:
Funciones:
a)cumplir y hacer cumplir las leyes, reglamentos, órdenes y
demás disposiciones vigentes en el II Frente. b)prevenir los actos delictivos.
c)  la conducción, custodia, identificación y seguridad de los prisioneros de guerra.
d)  el control de los civiles en los teatros de operaciones bélicas y los movimientos en masa de refugiados.
e)  De la persecución de los militares prisioneros escapados.
f)   El control del orden público en los territorios liberados y ocupados por las fuerzas rebeldes.
g)  La búsqueda y conducción de las personas que se le ordenen.
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h) Realizar las investigaciones que se le encomienden, de las
que deberá dar cuenta por escrito a quien la ordenó a la mayor
brevedad posible. i) Informar a los mandos militares del II frente de cualquier hecho
que pueda comprometer la seguridad de las fuerzas rebeldes j) recolectar y poner a disposición de la comandancia central
todo cuanto sea ocupado al enemigo. k) Y las demás atribuciones que se le señalen por la superioridad.
La estructura que adoptamos y estaban normadas fueron: je­fatura, distritos, delegaciones y subdelegaciones, solo pudimos or­ganizar un distrito que fue el número 17 que comprendía la zona de San Luis.
La jefatura estaba subordinada al comisionado general del Fren­te e integrada por un jefe y los agentes necesarios. Se crearían tantos Distritos como fueran precisos, subordinados estos a las delegaciones y subdelegaciones, tanto unas como otras contarían también con un jefe y los agentes que requieran. Además, tam­bién se refería a otras cuestiones, tales como:
-Las atribuciones y funciones de los jefes en cada uno de los niveles de subordinación, con el propósito esencial de garantizar el control y funcionamiento de la policía en estas dependencias, e informar periódicamente a los mandos superiores.-También se refería a los requisitos que debía tener un agente de policía, sus cualidades morales y políticas.
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