LOS NIDOS, VALLE DE LA SAL Y
LOS ESPEJISMOS
Por Alfredo Ballester
En esta zona caliente sólo
separada por algunos metros se observan unos promontorios de tierra
carmelita-amarillo, que son nidos de hormigas blancas, comején o termes
reunidos en asombrosa cantidad. Se trata de los termiteros o comejeneras que
alcanzan hasta dos metros de altura y que sólo un fuego violento puede
destruir. Realmente no son hormigas, pues pertenecen a un orden de insectos muy
distinto, afín a la mosca dragón y a la hormiga león (en Etiopía se le conoce
con este último nombre). Las paredes son muy duras, lo que permite encaramarse
sobre ellas para examinar el terreno y los animales salvajes acostumbran a
hacerlo.
En la antigüedad se consideraba a
estos insectos como un manjar muy delicado y exquisito. Después de las grandes
lluvias salen en grandes legiones y muy pronto los gorriones y otras aves
disfrutan de un abundante festín. Estos hormigueros se extienden a cientos de
kilómetros, a todo lo largo de la carretera que va para el puerto de Asseb
(Assab). Para llegar a este hay que pasar por el valle de la Sal, un lugar majestuoso,
impresionante. Gigantescas moles de rocas sólidas, encaramadas en el espacio,
surgen de un conjunto de cumbres y picos. No hay rastro de vida en ellas; desde
la cima de estas rocas desnudas, antes de comenzar a bajarlo, al mirar hacia su
fondo, ciega la blancura, todo es sal y muy brillante; al dirigir la vista
hacia el horizonte se observa una infinita llanura, el desierto de Govi, de
arena amarilla, que va hasta la frontera del pequeño país de Jibuti (dicen que
es la zona de operaciones de un bandido de esa república conocida como Turbante
Azul) en esta época del relato.
Para bajar y salir al valle es
necesario hacerlo por una carretera que tiene curvas y ángulos, algunos de
hasta ciento ochenta grados, a una altura de dos mil a tres mil metros (Montes
Mosalli). Es aconsejable que el cruce de este lugar se haga en horas de la
madrugada o de la noche, pues el calor en el fondo del valle es a veces
insoportable. Antes de entrar en él hay una zona, una inmensa llanura, donde es
común ver un gran lago, con abundante vegetación y a medida que uno se va
acercando, este va desapareciendo; suelen verse también en la carretera flotar
como lagos de azogue que no son más que los comunes espejismos que se sufren en
esta zona. En estos lugares las distancias aparentes son muy engañosas.
En ocasiones ocurren accidentes y
a menudo se ven vehículos (rastras-tanques) estrellados contra las rocas en
lugares de donde es imposible extraerlos. Pequeños promontorios de piedras
llaman la atención, se piensa en sepulturas, pero en realidad fueron trincheras
que utilizaron los bandidos para hostilizar los vehículos que viajaban hacia el
puerto cuando los somalíes invadieron el país.
Al hablar sobre su fauna debe
decirse que la zona del valle de Awash es un parque nacional, donde hay un
pequeño museo de ciencias naturales, con una exhibición de los animales que
allí viven, unos disecados y otros vivos en jaulas (a propósito, un león en su
jaula parece enorme, pero visto suelto aumenta de tamaño y a veces se ven en su
estado natural).
Casi todo el pueblo, y sobre todo
el grupo amara, manifiesta el culto al león como símbolo del país; este animal
ha disminuido extraordinariamente y su número es menor que en tiempos pasados.
En casi todas las esculturas está simbolizado el león en su poder y majestad de
su realeza. Durante el día permanece escondido o acostado sobre una roca; se
dice que de día el encuentro con él no es peligroso si el hombre sigue su
camino sin detenerse ni hacer movimientos bruscos (se comprende, si el león no
está hambriento). El león sale de noche a cazar y cuanto más oscuro sea, más
atrevido se vuelve. Pueden verse onzas o guepardos; el guepardo, después del
león y el leopardo, es el cazador más fiero, animal manso y fácil de
domesticar, tiene gran destreza para atrapar gacelas, liebres y pájaros y su
piel es muy vistosa.
El lobo es fuerte y robusto,
durante el día permanece escondido y por la noche sale para cometer sus
fechorías. Cuando está hambriento se atreve a atacar los rebaños en pleno día y
cuando se reúnen en manadas, hambrientos, se convierten en un peligro para el
hombre. Todo es bueno para el lobo, hasta los animales pequeños como los
ratones. En ocasiones se aventuran y se adentran en los poblados; cuando un
lobo cae muerto, el resto de la manada se arroja sobre el caído todavía
caliente, y lo devora. Hay, además, leopardos ferocísimos y sanguinarios, pero
prudentes, de manera que no son muy peligrosos para el hombre.
En lo alto de un desfiladero
existe un motel dotado de cabañas montadas en tráileres y unas cataratas que
llevan el nombre del río Awash. En la dirección de Logia existe otro parque que
no es más que la prolongación del de Awash. Antes de llegar a este lugar se
hallan varias ciénagas con cañas de agua, esto es en la carretera de Assab.
Ambos parques tienen varios cientos de kilómetros y constituyen una reserva
natural para animales salvajes, con una extensa red de caminos y desde los
vehículos pueden observarse los animales en su medio natural. La proporción
entre la diversidad de animales que los pueblan ha permanecido casi
inalterable. Aunque el terreno no está cercado, son pocos los animales que
emigran.
La fauna también es rica y
abundante en herbívoros: liebres, ardillas, grandes manadas de antílopes, antas
(orix, el más gallardo de los antílopes africanos, de cuernos altos y rectos),
gacelas de carnes jugosas, diversos tipos de venados, impalas y un pequeño
antílope (enano) de graciosa forma, cuya única defensa es su velocidad, ésta
conforma la poca carne de animales salvajes que comen algunos etíopes; algunas
cebras, muchas hienas amarillas con manchas oscuras que siempre van en grandes
grupos y en ocasiones se internan hasta en las ciudades - cada vez que los
habitantes pueden matarlas lo hacen alegando que atacan al ser humano-;
chacales, zorros del desierto o fenecs, buitres que permanecen posados con aire
aburrido, águilas, puercos espín, de la familia de los roedores,
aproximadamente del tamaño de una gallina, de púas fuertes y largas, tienen
anillos blancos y negros y al caminar producen un ligero y extraño sonido. Su
carne es suave y delicada. Abundan unas aves zancudas, desaliñadas, muy
grandes, lentas y feas, parecidas a las cigüeñas; estas aves, marabú, no son
molestadas por nadie, suelen permanecer en grandes bandadas cerca de los
lugares poblados, comen inmundicias. La presencia de los animales que comen
carroña en esta zona es muy importante por el servicio que prestan.
Existen grandes avestruces,
solitarias o en parejas, de patas largas y robustas, que les permiten correr a
extraordinaria velocidad (más de cuarenta kilómetros por hora). Su altura es de
dos a tres metros, se alimentan de herbaje, insectos y reptiles; sus plumas son
bellísimas, las de los machos serán siempre negras y cenizas en las hembras.
Son animales fuertes pero pacíficos e inofensivos, su carne es agradable al
paladar, muy parecida a la de nuestro guanajo.
Los galápagos, tortugas gigantes de tierra, muy lentas y comestibles,
abundan en número considerable; sus alimentos consisten teóricamente en
pequeñas hierbas, hojas y caracoles, viven más de cien años y soportan largos
ayunos. Nosotros las comíamos, su carne fue apetitosa hasta que las vi devorar
cadáveres humanos en el Ogadén, sencillamente las dejé de comer.
Serpientes, entre las cuales es
célebre la conocida pequeña serpiente “tres pasos” (el nombre indica que la
persona mordida sólo podrá dar tres pasos antes de caer muerta, el veneno actúa
tan rápido que no da tiempo a nada), y la también temible voladora; la primera
vive entre las piedras y debajo de éstas; la segunda ataca cuando cae de encima
de los árboles, o sea, es arborícola.
A estos reptiles les gusta el
calor y muchas veces entran a las casas, yo al levantarme revisaba las botas
ante de calzarlas; los etíopes les tienen verdadero espanto a estos seres fríos
y silenciosos. La “tres pasos” posee
unos pequeños colmillos a manera de ganchito, adaptados, por tanto, para
retener la presa, no para masticar los pequeños roedores de que se alimentan.
Aunque no se ven las serpientes a
menudo, una de las costumbres más notables es el cambio de su piel: cada año,
en determinada época, el animal estará inquieto, sus colores palidecen y su
piel empieza a desprenderse, ésta quedará abandonada y la nueva, llamada camisa
de la culebra, conservará de un modo perfecto todos los detalles. La serpiente
con su nueva piel luce colores más vivos y bellos e incluso parece más alegre.
Cuando las serpientes se
encolerizan, por miedo o por dolor, silban o soplan; también soportan largos
ayunos. Se decía que mientras más ancha tuvieran la cabeza, más venenosas eran.
Cazan lagartijas y otros animales pequeños. También la temible cobra real vivía
por los contornos, solo la vi una vez.
En la nómina de los invertebrados
se encuentra una pequeña araña rosada, más pequeña que el puño de un hombre,
muy agresiva, que no teje tela, salta y se precipita sobre su víctima. Tiene la
boca en forma de piquito de pájaro, pero yo no conocía que era venenosa. Una
noche picó a un etíope y a pesar de los esfuerzos que hicieron nuestros médicos
el infeliz murió con horribles dolores
Entre los animales dignos de
atender hay una cantidad increíble de gallinas de guineas, cuervos, aves de
presa que se alimentan de las pequeñas serpientes, a las que persiguen y al
alcanzarlas les parten la columna vertebral de un zarpazo (también estas aves
serpentarias gustan de los galápagos recién salidos del huevo); parejas de
jabalíes o hembras con sus crías, muy peligrosos si son agredidos, pues sus
colmillos constituyen una seria arma; se alimentan de vegetales y animales
pequeños, su carne es un verdadero manjar, apetitosa aún sin aliñar.
El mundo alado está representado
por todas las gamas de colores, maravillas de formas, tamaño, trinos, plumajes
brillantes, vivaces, alborotadores y atrevidos, viven en los grandes árboles.
Al salir el sol salen en grandes bandadas y no regresan hasta el atardecer. Al
encanto de los colores se añade la armonía de los sonidos, llenan el aire,
haciéndolo más alegre y hermoso. Cuelgan de los árboles nidos hechos en forma
ingeniosa, como cestos pequeños todos cubiertos, con una sola entrada en uno de
sus lados. En la zona de Awash habita una especie de ave, muy abundante,
amarilla y negra, tejedora, que construye su nido formando agrupaciones, en un
árbol al lado de mi dormitorio vivía una chillona colonia.
Existen, además, infinidad de
insectos, grillos, escarabajos peloteros (o del estiércol) a los que se les ve
en parejas por el campo arrastrando una bola de inmundicias, en cuyo interior
ponen sus huevos, millones de moscas domésticas que trasmiten la disentería y
moscas Tsé-Tsé que propagan la enfermedad del sueño a hombres y animales por
suerte en nuestra zona esta mosca era rarísima; el mosquito anófeles, trasmisor
de la malaria e infinidad de chinches y piojos; ágiles e inquietas lagartijas y
lagartos. A lo largo de los ríos y de los pantanos viven especies de ánades,
ocas, algunos cocodrilos e hipopótamos este último .en zonas más alejadas
Eventualmente pasan por esta zona
migraciones en masa de mariposas que forman verdaderas nubes, dejando a su paso
cientos de cadáveres de las que mueren en los traslados; son de las conocidas
por alas de pájaro africanas, de un fino azul pálido con bandas oscuras
realzadas por manchas azules o la conocida Pinameis. En una ocasión fui
sorprendido en plena carretera por una de estas migraciones, lo que pudimos
hacer fue cerrar todas las ventanas del jeep, un Waz 469 soviético y detenernos
cerca de una hora hasta que terminaran de pasar miles y miles de estos
insectos, pues no se veía nada, dejando cientos de cadáveres que chocaron con
el vehículo.
Existen otras reservaciones o
parques para animales salvajes como la gámbela, cerca de la frontera con Sudán,
que según informaciones cuenta con un mayor número de animales, y en la
provincia de Bale, el parque nacional de Dinsho, de diez mil hectáreas, que
además de la fauna que hemos mencionado, cuenta con especies únicas como la
zorra roja y la gacela negra y otras como águilas pescadoras, patos de
espuelas, etc.
No puede dejar de mencionarse los
monos. Esta zona de Awash la pueblan grandes y alborotadores manadas de monos
mandriles, de gran fiereza, caracteres furiosos y provistos de fuertes
dentaduras, con los caninos muy desarrollados. Una manada grande puede
componerse de hasta cien individuos. El macho es de color oscuro, corpulento y
con el pecho de color rojizo; la hembra es pequeña y no tan vistosa; sus crías,
al trasladarse, se cuelgan de sus pechos, al enfurecerse emiten unos chillidos.
Viven en plena sabana con sus jefes, que serán siempre los machos más fuertes,
los cuales presentan en su cuerpo las huellas de los combates por mantener el
poder, someten a la manada a una disciplina casi humana muy férrea. Se
alimentan de los frutos silvestres, hojas, y hacen fechorías si se lo permite
la ocasión. Por esto último son odiados y exterminados por los pobladores.
Es interesante observar las
medidas que toman al pasar una carretera o camino: primero pasan los
exploradores, machos corpulentos y fuertes, al hacerlo toman muchas
precauciones. Al sobrepasar el cruce dan unos chillidos en señal de que no hay
peligro; inmediatamente otros machos se sitúan organizadamente del lado donde
van a pasar, en el primer orden las hembras con sus crías y, por último, el
resto de la manada. Si durante el paso se produjera cualquier peligro, los
centinelas dan la señal de peligro y salen en estampida. Las negligencias de
los centinelas son pagadas al precio de sus vidas. Esto lo observábamos casi
diariamente.
Hay unos monitos azules, muy
pequeños y chillones, que viven a la orilla de los ríos; andan siempre en
grandes grupos, encaramados en los árboles, comiendo frutos y hojas, a
diferencia de los mandriles, que permanecen en tierra todo el tiempo. El
mandril, si es capturado pequeño, no es difícil de domesticar; se muestra muy
cariñoso, juguetón e inteligente, es travieso en gran medida, se le puede dejar
suelto, pues no hay peligro de que vuelva a la manada; si esto ocurriese le
matarían de inmediato, nuestro campamento fue adoptado por una pareja que vivió
en él todo el tiempo que duró la misión, malcriados por todos y muy sociables.
También en el país son notables
los papiones sagrados o babuinos que viven en montes rocosos, en grupos de
cincuenta o más individuos; por las noches descansan en las grutas de las
montañas, de las cuales salen por la mañana, guiados por los más viejos, en
busca de alimentos: raíces, frutas, tubérculos, insectos, caracoles y
escorpiones. Estos simios son grandes, corpulentos, de dientes fortísimos, de
un color gris pálido; tienen en la cabeza la forma de una peluca y el pecho
parecido a una esclavina, de aspecto solemne que infunde cierto respeto. De
lejos parecen hombres y en más de una ocasión durante la guerra nuestra
exploración en estas grandes extensiones los confundió con estos y hasta les
tiramos. El babuino casi nunca trepa a los árboles, pues acostumbra a vivir en
el suelo; los machos viejos que hacen de guía desempeñan su tarea con mucha
prudencia.
En las tierras altas, a partir de
la provincia de Wollo, viven los cercopitecos, de larga cola; son vivaces y
ágiles, casi siempre están en los árboles, su color es gris verdoso, comen
frutos, retoños y a veces pequeños animalitos o huevos de pájaros. Pasan la
noche en los árboles y al amanecer toda la manada va en busca de alimentos bajo
la dirección de un macho viejo. Si encuentran a su paso un huerto, varios de
ellos hacen de centinelas, mientras el resto se dedica a devastar todo cuanto
encuentran; si se anuncia algún peligro, huyen todos precipitadamente, tratando
de llevarse el mayor acopio posible de los productos robados. Los jóvenes
pueden domesticarse fácilmente, pero al envejecer se vuelven brutales y
muerden. Las crías van apretadas en el seno de la madre durante las primeras
semanas y son de un humor muy variable.
Los remolinos, lluvias y
tormentas de polvo son algo muy presente en estas tierras. En el período de las
precipitaciones, rápidas y abundantes, que no son absorbidas por la tierra
reseca y corren hacia hondonadas, formando verdaderos ríos, la lluvia es la
fiesta de la naturaleza, llena de alegría, el paisaje se anima por todas
partes; la vegetación, que ha permanecido gris, adquiere de pronto un verde
intenso, viste un nuevo follaje, las flores exhiben sus bellos colores y un
pujante pasto se extiende por una tierra aletargada por la sequía.
El invierno, señalado por la
estación de las lluvias, abarca de abril a septiembre; las grandes lluvias, de
julio a octubre. Desde una determinada altura se aprecia en estos llanos
inmensos como si existieran millares de fogatas que elevan su humo hacia el
cielo, no es más que los comunes remolinos que allí existen; estos alcanzan
varios metros de altura. En esta región la capa de polvo es de 20 a 30 centímetros y a
veces más. Es un polvo distinto al
nuestro, al tacto parece un talco, en él se nos atacaban los camiones, los BTR 60 M y a veces los tanques, en
la época de lluvia era infernal, cuando caminábamos el polvo daba encima del
tobillo.
Hay una época del año en que se
observa en el horizonte como si se acercara un gran aguacero, pero son las
tormentas de polvo que azotan estas zonas en los meses de mayo a junio, y se
mueven con gran lentitud. Estas tormentas llevan consigo una gran fuerza de
vientos y en los meses ocurre este fenómeno con gran frecuencia. Generalmente
el clima es seco y el sudor es absorbido instantáneamente; la humedad es
mínima. Al lavar alguna prenda de ropa se seca en minutos, y la tela adquiere
una dureza extraordinaria. Esto es solo una pequeña visión del ambiente en que
nuestras tropas vivieron cuando cumplimos nuestra misión internacionalista.
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